viernes, 17 de septiembre de 2010

"Escapemonos" me dijiste un día. Parecía que ni lo pensaste, y sentías orgullo de tu espontaneidad. Me dijiste que querías escapar del asfalto. Me dijiste que ya no querías ser presa de la rutina cuadrada. Me dijiste también que querías conocer el mundo y todos sus cielos. No te preocupaba ni el cómo ni el dónde, sólo te concentrabas en el cuándo y en el quiénes: vos y yo en ese preciso instante. Después todo el mundo podría pertenecernos si así lo queríamos. "¿Y el por qué?", te pregunté yo. "Porque quiero ver el sol reflejado en tu sonrisa todos los días", fue lo que me contestaste.
Me tomaste de la mano y no me dejaste respirar. Comenzaste a correr y el viento en la cara te extaciaba. No podías parar de reír. Yo te seguía con una clara expresión de sorpresa reflejada en el rostro, preguntándome qué nos depararía nuestro futuro. Pero luego me di cuenta que no me preocupaba, que si correr días enteros tomados de la mano era necesario para hacerte feliz, entonces yo lo haría con gusto.
"Escapemonos" te dije yo.

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