martes, 28 de septiembre de 2010

Parecería una noche como cualquier otra en el mundo de las ratas. Las nubes espesas apenas dejan entrever la luz de la luna. El aire húmedo se condensa en las calles desiertas. El silencio es tan sepulcral que hace a uno preguntarse si realmente esta allí. A lo lejos, se escucha el desesperado maullido de un gato solitario.
De pronto se sienten unos pasos débiles y pausados, seguidos por una sombra tímida. Asomándose por la esquina, aparece la figura de un hombre. Se trataba de un anciano de rostro arrugado, piel curtida y con unos pocos pelos blancos. Estaba encorvado, y sus extremidades se movían con una extrema lentitud, parecían sumamente débiles. Sin embargo, el hombre camina sin detenerse, sin dejar que aquel mundo infernal intimide su apariencia de poca cosa.
Pero no permitan que su figura minúscula los engañe. Ese anciano de pelos blancos que se pasea por la oscuridad, si de verdad lo quiere, puede resultar su perdición. Si se lo propone puede causarte el más profundo de los dolores. De nada sirve esconderse, él te va a encontrar dondesea que estés y no te dejará siquiera rogar por piedad.Si se lo ve acercándose, de nada sirve huír, ya es demasiado tarde; y lo único que se puede anhelar es que la tortura sea breve. Porque en ese mundo de caos y destrucción, en ese mundo donde la alegría se asemeja a la anarquía y la represión es moneda corriente, él es quién manda.
Porque en el mundo de las ratas, él es el rey.

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